Olga Andres

Soy una tauro gallega que hace tiempo vivo unida a la música, pegada a una guitarra. Los primeros recuerdos musicales vienen de la mano de las aulas del colegio, donde empezaba a disfrutar cantando. Luego vendrían los escenarios de festivales infantiles, los que me dan a conocer los nervios al ponerse tras un micrófono, la pasión por entregarme en una canción.
Tentada por el clarinete, la flauta, la gaita... descubro que definitivamente lo mío no es soplar y crezco enamorada de las cuerdas, del sonido de la guitarra y termino por rendirme a sus pies. A los catorce años cuando puedo hacerme con una (que alguien se dejó olvidada en un local de ensayo) empiezo, de una forma premeditada, mi relación con los trastes.
Es El sitio de mi recreo, de Antonio Vega, el tema que me cautivó desde el momento en que lo escuché y me abrió las puertas del universo de la belleza musical. Fue en el escenario del concurso musical Imagina Rock donde decido, un enero de 1996, mostrar mi música a un público fuera de mi grupo habitual de amigos y comienzo así una andadura que me lleva hasta el día de hoy por cafés-concierto.
Mi guitarra ha terminado por convertirse en una prolongación de mí misma, me ayuda a reflejar aquello que surge de mi forma de ver la vida. Cantar es ya una necesidad y una manera de sentirme viva, la única que encuentro para dar rienda suelta a melodías que buscan hacerse un hueco entre el pequeño público.
Mi música pasa por la sencillez de las historias cotidianas, el compromiso con la persona y la intimidad de una guitarra, tú y yo, la fórmula para pasar una bonita velada